categoria: Reinos y Geografía cultura: Híbrida (Orca impuesta sobre élfica suprimida) dg-publish: true gobierno: Dictadura Militar localizacion: Frontera entre Mor’dhul y Eldrador, en el borde del Bosque de las Lágrimas nombre: Silvareth poblacion_razas: Orcos (Clan Thyrgram), Elfos del Bosque, Hobgoblins (Clan Kromagul), Descastados reino: Mor’dhul religion: Culto a Thyrgram (oficial), cultos élficos prohibidos (Ferion, Lerian) subcategoria: Ruinas tags: - ciudad - lithernia - mor’dhul - reinos_y_geografía - ruinas tipo: Ciudad Conquistada / Puesto Militar title: Silvareth summary: Silvareth, antigua joya élfica en la frontera de Eldrador, fue conquistada por el Clan Thyrgram tras la Batalla de las Lágrimas Negras. Ahora es un bastión orco marcado por la opresión, la guerra y la resistencia silenciosa de los elfos supervivientes.
Silvareth es una herida abierta en la frontera del mundo. Lo que una vez fue una joya de la arquitectura élfica, un faro de marfil y luz en la linde del bosque, es ahora una cicatriz supurante bajo el estandarte de Mor’dhul. El aire, antes perfumado con flores de luna, ahora apesta a hojas podridas y al hollín de las forjas orcas. Su símbolo no es el de una casa Noble, sino una profanación: un hacha de batalla de hierro negro clavada en el tronco de un sauce plateado, de la cual gotea una savia oscura como si el árbol mismo sangrara. Es un recordatorio perpetuo de que la belleza puede ser quebrada y de que la sombra de la guerra es larga.
Silvareth fue durante siglos un bastión de la cultura de los Elfos del Bosque, una ciudad fronteriza que vigilaba el paso hacia Eldrador con la misma gracia con la que cultivaba sus jardines. Su caída fue uno de los episodios más trágicos de la reciente Gran Guerra: la Batalla de las Lágrimas Negras. Liderados por el General Volrath, los ejércitos de Mor’dhul arrasaron las defensas élficas en una ofensiva brutal. La ciudad fue tomada no para ser gobernada, sino para ser subyugada.
Desde entonces, Silvareth es un puesto militar estratégico del Clan Thyrgram, una base de operaciones para futuras incursiones en territorio élfico. Su conquista es un acto de dominación simbólica, una declaración de que nada, ni siquiera la magia milenaria de los elfos, puede resistir la fuerza de la guerra.
El Corazón Negro: La antigua plaza central, donde los elfos celebraban danzas bajo la luz de las constelaciones. Hoy es un lodazal endurecido que sirve como campo de entrenamiento y arena de combate para los guerreros Orcos. En su centro, un altar tosco hecho de cráneos y huesos rinde tributo a Thyrgram, dios de la guerra, siempre rodeado por el humo de braseros.
Las Torres Silenciadas: Las elegantes torres de marfil y cristal que una vez albergaron a eruditos y astrónomos elfos ahora están desfiguradas con parapetos de hierro y estandartes Orcos. Han sido vaciadas de su sabiduría y reutilizadas como atalayas de vigilancia y nidos para arqueros, sus delicados ventanales rotos para dar paso a las aspilleras.
El Jardín de Espinas: El principal distrito residencial de la guarnición orca. Son barracones toscos y funcionales de madera oscura y piedra, erigidos sin orden sobre los jardines élficos arrasados. Adyacente, en las ruinas de las antiguas viviendas élficas, se encuentra el “Gueto de las Raíces”, donde la población élfica superviviente vive hacinada, realizando trabajos forzados.
La Ribera de Óxido: Los puentes de enredaderas vivas que cruzaban el río han sido reforzados con planchas de metal oxidado o directamente reemplazados por estructuras de madera tosca. El río, antes cristalino, ahora arrastra los desechos de las forjas y los mataderos, tiñendo sus aguas de un color parduzco.
La vida en Silvareth es un reflejo de la opresión. La cultura orca, brutal y marcial, ha suplantado por la fuerza toda costumbre élfica. Los cantos de guerra resuenan día y noche, y la única música permitida es el choque del acero en los torneos de la plaza. Un toque de queda estricto se impone al anochecer, y las patrullas del Clan Thyrgram recorren las calles con mano de hierro.
Como acto de dominio, es habitual que los Orcos tallen sus Runas tribales sobre los delicados grabados de los edificios élficos. Mientras tanto, los elfos supervivientes mantienen una resistencia silenciosa y desesperada. En secreto, intercambian semillas de las antiguas flores de Silvareth, un símbolo de que la belleza de su hogar aún podría volver a brotar de las cenizas. Rezan en susurros a Ferion y Lerian, aferrándose a los últimos vestigios de su identidad.
La ciudad es un collage grotesco de gracia profanada y brutalidad funcional. Las curvas fluidas y la elegancia etérea de la arquitectura élfica chocan con las líneas rectas y los ángulos toscos de las construcciones orcas. Barricadas de hierro negro cortan los antiguos paseos arbolados, y los cristales que una vez emitían una luz suave han sido reemplazados por antorchas humeantes que proyectan sombras danzantes y siniestras. El ambiente es pesado, cargado de tensión y resentimiento, un lugar donde el pasado es un fantasma que se niega a desaparecer y el presente es una bota sobre su cuello.
El Lamento de la Druida: Se susurra entre los elfos oprimidos que el espíritu de Lirael, la última Suma Druida de Silvareth que cayó defendiendo la ciudad, aún vaga por el bosque profanado. Dicen que su llanto puede oírse en las noches sin luna, un sonido tan lleno de dolor que marchita la vegetación y hace que la sangre de los Orcos que se acercan demasiado se hiele en sus venas.
La Bóveda del Solsticio: Bajo el Corazón Negro, donde ahora los Orcos entrenan, se encontraba el Jardín del Solsticio. La leyenda cuenta que, antes de la caída, los elfos ocultaron sus artefactos más sagrados y las semillas de cada planta mágica del bosque en una bóveda secreta. Se dice que la bóveda está sellada por una magia antigua y que solo puede ser abierta por la “sangre del sauce”, un descendiente directo de los fundadores de la ciudad, cuya identidad se perdió en la masacre.