agrupacion: Clan Umbralforge alianzas: - Clan Nighthawk (Pacto de conveniencia por afinidad con las sombras) categoria: Personajes y Agrupaciones ciudad_sede: Soriel, el Corazón de la Forja Sombría dg-publish: true edad: 152 escudo: Un yunque de obsidiana negra envuelto en cadenas espectrales de las que gotean sombras en lugar de agua, sobre un fondo de granito gris veteado. lema: De la Sombra, el Acero Nace nombre: Kael’thuz, el Forjador de Ecos relaciones: - Ghorak (Protegido y pupilo) - Lyraxis (Aliada cautelosa y proveedora) rivalidades: - Clan Kromagul (Rivalidad ideológica y herejía) - Clan Thyrgram (Desprecio por la “falta de honor” de sus armas) - Clan Whisper (Competencia en el dominio de la muerte y el silencio) rol: Maestro del Clan y Herrero de Almas subcategoria: Personajes tags: - artesano - clan - hobgoblin - lithernia - mor’dhul - personajes - personajes_y_agrupaciones tipo: Clan summary: Kael’thuz, exiliado del Clan Kromagul, fundó el Clan Umbralforge tras dominar la forja del silencio y las sombras. Sus armas, forjadas con esencia oscura, son codiciadas por reyes y asesinos. Busca crear un arma que borre la memoria de su portador.
“El Guerrero de Thyrgram grita para infundir miedo. El devoto de Kromagul tortura para arrancar gritos. Ambos son esclavos del ruido. Mi acero no necesita voz. Su llegada es el silencio, y su obra, la paz eterna. Esa es la verdadera maestría.”
Nacido en las filas disciplinadas y crueles del Clan Kromagul, Kael’thuz fue siempre una anomalía. Donde sus hermanos Hobgoblins veían el dolor como un fin en sí mismo —un tributo sagrado a su dios patrón—, Kael’thuz lo percibía como un instrumento burdo e imperfecto. Era un artesano de corazón en una cultura de verdugos, un filósofo del acero entre brutos. Su fascinación no residía en los gritos de las víctimas, sino en la quietud que los precedía y en el silencio absoluto que los seguía.
Esta obsesión lo llevó a cometer la máxima herejía: comenzó a experimentar en secreto, buscando no imbuir sus creaciones con la esencia del dolor, sino con su antítesis. Intentó forjar el eco de un suspiro en una daga, templar una espada en la quietud de la medianoche y martillar la esencia del miedo sigiloso en un yelmo. Los ancianos de Kromagul, al descubrir sus talleres profanos, lo acusaron de debilitar la sagrada pureza del tormento. Para ellos, un arma que no celebraba la agonía era una blasfemia.
Exiliado junto a un puñado de acólitos que compartían su visión, Kael’thuz fue condenado a perecer en los desiertos de ceniza de Mor’dhul. Pero su destino era otro. Su peregrinaje los condujo a las olvidadas Minas de Sombra Susurrante, un lugar geológicamente inestable donde el velo que separa el Plano Material del Plano de las Sombras es tan fino como una tela de araña. Fue allí, en la penumbra perpetua y el silencio opresivo, donde Kael’thuz encontró su verdadera fragua. Aprendió a extraer la esencia de la sombra misma, a “martillar” el silencio en el metal como si fuera un mineral más y a templar sus hojas en la energía entrópica del vacío.
Así nació el Clan Umbralforge. No se alzaron como una potencia militar, pues su número era escaso. Su poder, mucho más sutil y profundo, residía en su monopolio. Se convirtieron en los armeros de las sombras, los artífices de la muerte silenciosa. Reyes, asesinos, espías y generales de todo Mor’dhul acuden a Soriel, su ciudad-forja, no para contratar un ejército, sino para adquirir el arma que puede derrocar un imperio sin hacer ruido. Kael’thuz comercia con todos, manteniendo una peligrosa neutralidad. Sabe que su clan sobrevive no por la fuerza, sino por ser indispensable.
Su ambición actual trasciende la mera supervivencia. Busca perfeccionar su arte hasta un nivel metafísico: forjar un “eco del alma”, un arma capaz de matar no solo el cuerpo, sino la memoria de su portador en el mundo. Para ello, ha tomado bajo su tutela a Ghorak, un joven y brutal Guerrero orco, a quien ve como el lienzo perfecto para su obra maestra: un Heroes cuya leyenda será contada a través de las muertes silenciosas que deja a su paso. Su relación con Lyraxis, la enigmática Shadar-Kai, es una de necesidad mutua. Ella le provee de materiales y conocimientos extraídos directamente del Plano de las Sombras, pero Kael’thuz nunca olvida que los tratos con los feéricos siempre tienen un precio oculto.
A sus 152 años, Kael’thuz ha sido moldeado tanto por el fuego de la forja como por la energía del Plano de las Sombras. Es un hobgoblin de una estatura imponente, pero su cuerpo no es el de un bruto, sino el de un artesano tenaz. Sus músculos son correosos y definidos, y su piel ha adquirido un tono grisáceo pálido, veteado como el granito de su escudo. Sus ojos, de un intenso color amatista, rara vez parpadean y parecen absorber la luz a su alrededor, reflejando una inteligencia calculadora y una paciencia de eras.
No viste armaduras ostentosas, sino un delantal de cuero de basilisco curado, resistente a las llamas y a casi cualquier ácido. Bajo él, lleva una cota de mallas de su propia creación, cuyas anillas están forjadas para no producir sonido alguno. Sus manos son su rasgo más distintivo: grandes, cubiertas de cicatrices y callos, pero sus dedos son largos y sorprendentemente diestros, capaces de realizar el más delicado trabajo de filigrana o de blandir su martillo con una fuerza devastadora.
Su herramienta y arma principal es Silencio, un martillo de forja cuyo cabezal está hecho de una sola pieza de obsidiana pulida que parece devorar la luz. Se dice que fue templado en el corazón de una sombra y que cada golpe que asesta sobre el yunque no produce sonido, sino una onda de quietud palpable. Es el instrumento con el que forja los ecos en su acero.
Kael’thuz, el Forjador de Ecos, es una fuerza transformadora en el brutal ecosistema de Mor’dhul. Ha desafiado el paradigma de que el poder solo reside en la fuerza bruta y la dominación a través del miedo explícito. En su lugar, ha introducido un nuevo tipo de terror: la certeza de una muerte inevitable, silenciosa e invisible.
Su clan, Umbralforge, actúa como un eje neutral en las interminables guerras entre facciones, lo que le otorga una influencia política desproporcionada a su tamaño. Las armas que salen de sus forjas han sido responsables de innumerables magnicidios, batallas decantadas por un solo golpe sigiloso y la caída de linajes que se creían invulnerables. Ha demostrado que el artesano puede ser más poderoso que el general, y que la herramienta adecuada en las manos correctas vale más que mil soldados.
Para Lithernia, Kael’thuz representa una faceta diferente de la oscuridad. No es la furia caótica de Thyrgram ni el sadismo de Kromagul; es la oscuridad fría, inteligente y con un propósito del vacío. Su existencia misma es una prueba de que incluso en el reino más opresivo, la innovación y la herejía pueden florecer para forjar un nuevo tipo de poder, uno que resuena no en gritos, sino en el silencio de los que ya no están.