agrupacion: Casa Yunque-Roto ciudad_sede: Valarion dg-publish: true edad: ‘88’ escudo: Un yunque de granito partido en dos por un rayo de energía crepitante de color anaranjado, sobre un fondo de color gris pizarra. lema: ‘“De la Fractura, la Fuerza”’ nombre: Helga Rompemuros rol: Ingeniera Jefe y Alquimista tags: - ’ ’ - ‘,’ - ‘-’ - ‘[’ - a - c - e - g - h - i - j - l - n - o - p - personajes - personajes_y_agrupaciones - q - r - s - t - u - v - y tipo: Casa Noble (Exiliada) categoria: Personajes y Agrupaciones subcategoria: Personajes summary: Helga Rompemuros, genasi de tierra y maestra explosiva de la Casa Yunque-Roto, es famosa por derribar fortalezas con precisión científica. Su genio y rencor ancestral la impulsan a perfeccionar el arte de la destrucción como acto creativo.
En los salones de mercenarios y en las tiendas de mando de los generales de Lithernia, el nombre “Helga Rompemuros” no se susurra, se pronuncia con una mezcla de reverencia y temor. Es el eco de la montaña que se derrumba, la sinfonía de la fractura y la mente maestra detrás del arte de la aniquilación perfeccionado por la Casa Yunque-Roto.
Nacida poco después del exilio de su clan de las majestuosas salas de Valtoria, Helga es la encarnación viviente de la nueva filosofía de su casa. Mientras los demás Enanos de su linaje llevaban la marca del repudio, ella nació marcada por el propio dios de la destrucción, Valarios. Como genasi de tierra, su conexión con la piedra no era para tallarla, sino para comprender su alma, sus debilidades y el punto exacto donde cedería. Para el clan exiliado, su nacimiento fue una profecía cumplida: la prueba de que su devoción a la destrucción como acto creativo era el camino correcto.
Criada por su padre, Lord Borin Yunque-Roto, Helga no jugó con muñecas, sino con engranajes, pólvoras alquímicas y diagramas de contrafuertes. Su infancia fue una cátedra sobre tensión, compresión y la gloriosa catarsis de la detonación. Mientras los Enanos de Valtoria rezaban a Rokael por la solidez de sus muros, Helga aprendía de Valarios que toda creación lleva en su interior la semilla de su propio fin. Su genio no tardó en florecer, superando rápidamente a los viejos maestros de su clan. Diseñó catalizadores que triplicaban la potencia de los explosivos y arietes neumáticos capaces de pulverizar puertas de hierro rúnico.
Su apodo lo ganó durante el Asedio de la Aguja Gris, una fortaleza que se creía inexpugnable. Durante meses, los ejércitos de la Casa Noctha se estrellaron contra sus murallas. Helga, contratada a un precio exorbitante, pasó tres días simplemente “escuchando” la roca, caminando por su perímetro con la mano apoyada en la piedra fría. Al cuarto día, colocó una serie de cargas precisas, no en la base, sino en puntos de tensión que nadie más había detectado. La detonación no fue un estallido brutal, sino un gemido profundo y resonante, y la torre entera se desplomó sobre sí misma como un gigante cansado. Desde entonces, su reputación la precede.
Su motivación trasciende el oro. Arde en ella el rencor heredado de su clan. Cada fortaleza que derriba es una afrenta directa a la filosofía de Valtoria, una demostración de que el arte de deshacer es tan sublime y complejo como el de construir. Mantiene una singular rivalidad profesional con los maestros herreros del Clan Ironclaw de Mor’dhul. Aunque son Orcos, su devoción a la forja es algo que Helga respeta. Compiten en un campo diferente pero paralelo: ellos buscan la aleación indestructible; ella, el compuesto que pueda fracturarla. Este pulso profesional la ha llevado a colaborar y competir en los proyectos más ambiciosos, siempre con un respeto mutuo por la maestría del otro.
Helga es la imagen de la montaña misma: una genasi de tierra de estatura enana, pero con una presencia que impone solidez y una voluntad inquebrantable. Su piel tiene la textura y el color del granito pulido, con vetas de pirita que brillan débilmente a la luz de la forja. Sus ojos son profundos, del color del ámbar, y parecen analizar el mundo en términos de vectores de fuerza y puntos de ruptura. Su cabello es una masa de filamentos metálicos de color bronce oscuro, usualmente recogido en una trenza práctica y gruesa, manchada de hollín y polvo de piedra.
Viste un pesado delantal de cuero endurecido sobre ropa funcional de lana oscura, todo ello cubierto de quemaduras, manchas de aceite y residuos alquímicos. Sus manos, aunque cubiertas de callos y cicatrices de antiguos experimentos fallidos, se mueven con la precisión de un cirujano al calibrar un detonador o moler un mineral raro.
Su equipo es una extensión de su arte: * Gafas de Alquimista: Lentes de cristal ahumado y aumentos intercambiables, esenciales para proteger sus ojos y analizar componentes diminutos. * Martillo de Guerra “Rompeestructuras”: Un arma formidable, pero también su herramienta principal. La cabeza del martillo está afinada para producir vibraciones específicas, permitiéndole “sondear” la integridad de la piedra y el metal al golpearlos. * Cinturón de Herramientas: Cargado con una variedad de cinceles, medidores de precisión, mechas de combustión lenta y una colección de bolsas que contienen polvos minerales, catalizadores volátiles y cristales de resonancia.
Helga Rompemuros está redefiniendo el concepto de la guerra en Lithernia. Donde antes se necesitaban ejércitos para tomar una ciudad, ella ha demostrado que solo se requiere un genio, la fórmula correcta y el coraje para encender la mecha. Su trabajo ha convertido a la Casa Yunque-Roto de un clan de parias a una de las facciones mercenarias más temidas y solicitadas del continente.
Para Valtoria, es un recordatorio constante de su “error”, una hereje cuyo éxito pone en duda la rigidez de su fe en Rokael. Para sus clientes, es la garantía de la victoria. Para sus rivales, una fuerza de la naturaleza que no puede ser contenida, solo, quizás, redirigida.
Su legado no se escribirá en piedra, sino en el polvo de las murallas que ha derribado y en el fuego de las innovaciones que aún están por venir. Helga no solo rompe muros; rompe paradigmas, demostrando a todo el continente que, a veces, para construir un nuevo futuro, primero hay que demoler el pasado.