agrupacion: Casa Rioveta alianzas: Casa Bronzebrillo, Gremios de Artífices de Cyndril categoria: Personajes y Agrupaciones ciudad_sede: Villeshervil, Valtoria dg-publish: true edad: 80 escudo: Una rueda de molino de agua de plata sobre campo de azur, de la cual fluyen tres corrientes. En su centro, una gema de zafiro sin tallar. lema: La claridad del agua, la paciencia de la piedra nombre: Gylia Rioveta relaciones: - Kaelan Rioveta (Padre, líder de la Casa) - Borin Rioveta (Tío, consejero tradicionalista) rivalidades: Casa Ferromartillo, los Cazadores de Sombras rol: Ingeniera Principal de los Acueductos de Villeshervil subcategoria: Personajes tags: - artífice - casa noble - lithernia - personajes - personajes_y_agrupaciones - valtoria tipo: Casa Noble summary: Gylia Rioveta, Ingeniera Principal de los Acueductos de Villeshervil, combina la astucia gnoma y la paciencia enana para dominar la hidráulica arcana. Su obra, el “Corazón de Zafiro”, revolucionó la producción y desafía tradiciones en Valtoria.
En los valles más profundos de Valtoria, donde las montañas besan los lagos helados, el poder no siempre se mide en la fuerza de un hacha o la antigüedad de un linaje, sino en el control del flujo del mundo. Gylia Rioveta, Ingeniera Principal de los Acueductos y heredera de la Casa Rioveta, es la personificación de este nuevo poder. No es una guerrera ni una sacerdotisa, sino una visionaria cuyo campo de batalla son los planos de ingeniería y cuyas armas son la presión hidráulica y la precisión arcana.
Nacida del pacto fundacional que dio origen a la ciudad de Villeshervil, Gylia lleva en su sangre la dualidad de su casa: la tenacidad de los Enanos del clan Cincelpulcro y el ingenio febril de los Gnomos de la familia Ruedadentada. Desde su infancia, mientras otros niños jugaban con espadas de madera, Gylia encontraba su fascinación en los talleres, observando cómo la fuerza bruta del agua, canalizada con la astucia gnoma, era capaz de tallar las gemas más duras de la montaña con una delicadeza que ninguna mano mortal podría igualar.
Su formación no fue en salones de honor, sino en los túneles húmedos y resonantes de los acueductos, bajo la tutela de maestros de ambos linajes. Aprendió de los Enanos la paciencia de la piedra y los secretos para leer sus vetas; de los Gnomos, la matemática de los fluidos y el arte de crear mecanismos que rozaban la magia. Esta educación forjó en ella una filosofía pragmática y audaz: para Gylia, la naturaleza de Valtoria no es un ente sagrado e intocable como predican los druidas, sino un sistema de poder colosal esperando a ser optimizado.
Su ascenso a Ingeniera Principal no fue un regalo de su herencia, sino el resultado de su hazaña más notable: el diseño y construcción del “Corazón de Zafiro”. Este complejo regulador hidráulico, una maravilla de engranajes de mithril y lentes de cristal encantado, estabilizó el flujo de los acueductos principales, duplicando la producción de los talleres de gemas y consolidando el monopolio de la Casa Rioveta. Este logro la convirtió en una leyenda entre los gremios de artífices, pero también en un foco de recelo para los tradicionalistas.
Gylia mantiene una relación de respeto tenso con su padre, Kaelan Rioveta. Lo admira como el líder que ha mantenido la estabilidad de la casa, pero considera que su enfoque conservador es un ancla que impide a los Rioveta alcanzar su verdadero potencial. Su desdén, sin embargo, lo reserva para su tío, Borin. Lo ve como una reliquia, un eco de un pasado puramente enano que se niega a aceptar que la fusión de culturas y tecnologías es, y siempre ha sido, la mayor fortaleza de Villeshervil.
Su ambición la ha puesto en rumbo de colisión con la Casa Ferromartillo, una familia de herreros que aún confía en el fuego y el músculo, y que ve la hidro-artesanía de los Rioveta como una perversión de la artesanía sagrada. Pero su mayor amenaza son los Cazadores de Sombras, los rebeldes anti-intelectuales de Valtoria. Para ellos, Gylia y su obra representan la domesticación de la furia de la montaña, una blasfemia que debe ser purgada. Saben que destruir sus acueductos sería decapitar no solo a una casa, sino a una nueva forma de entender el poder en el reino.
Gylia posee la complexión robusta de su herencia enana, pero con una estatura ligeramente inferior y una mirada viva y penetrante, herencia de sus ancestros Gnomos. Su cabello oscuro está recogido en una trenza práctica y funcional, salpicada de diminutas esquirlas metálicas y polvo de gemas, recuerdo perpetuo de su trabajo.
No viste las galas de una Noble, sino un atuendo de función impecable: pantalones de cuero reforzado, una túnica de lana gruesa y, sobre todo ello, un delantal de maestro artesano con bolsillos repletos de herramientas de precisión, lentes de aumento y pequeños cristales de enfoque.
Su equipamiento más preciado es la “Llave Maestra de Esclusas”, una compleja herramienta de bronce y acero que ella misma diseñó. Es tanto un símbolo de su cargo como un instrumento multifuncional capaz de ajustar cualquier mecanismo de los acueducticos de Villeshervil. No porta armas ostentosas, apenas una daga de trabajo afilada y bien cuidada, pues confía más en su intelecto y en el control de su entorno para defenderse.
Gylia Rioveta representa una fuerza de cambio silenciosa pero imparable en Lithernia. En un mundo definido por profecías divinas, cataclismos mágicos y el choque de ejércitos, su poder nace de la razón, la ingeniería y la optimización de los Recursos.
Si logra sus objetivos, no conquistará un reino, pero transformará su motor económico y tecnológico. Su visión de una Valtoria impulsada por una red de energía limpia y eficiente podría rivalizar con la magia más espectacular, demostrando que el ingenio mortal, la fusión de culturas y el dominio de las leyes naturales son una fuerza tan potente como cualquier decreto de los dioses.
Su legado será una red de acueductos que cantan la canción del progreso o un montón de ruinas que advierten del peligro de desafiar la tradición. En cualquiera de los dos casos, Gylia Rioveta dejará una marca indeleble, no con una espada, sino con el flujo imparable del agua y la fría dureza de una gema perfectamente tallada.