agrupacion: Los Custodios de la Llama Durmiente categoria: Personajes y Agrupaciones ciudad_sede: Thirawen dg-publish: true edad: ‘48’ escudo: ‘“Una corona de plata rota, envuelta en cuatro cadenas de obsidiana. Desde la fractura de la corona, emana la luz de una única estrella de ocho puntas, simbolizando la esperanza de la profecía.”’ lema: ‘“Su sueño es nuestra vigilia, su despertar será nuestra gloria.”’ nombre: Drakon el Roto rol: Maestro de Armas subcategoria: Personajes tags: - ’ ’ - ‘,’ - ‘[’ - a - c - d - e - g - h - i - j - l - m - n - o - p - personajes - personajes_y_agrupaciones - r - s - t - u tipo: Culto summary: Drakon el Roto, exvástago de la Casa Valerius, sobrevivió a la masacre de su familia y fue forjado en las arenas de Thirawen. Ahora Maestro de Armas de los Custodios de la Llama Durmiente, es un guerrero brutal y pragmático, símbolo de venganza y resistencia.
En los anales de los desposeídos de Lithernia, pocos nombres resuenan con la cruda mezcla de tragedia y amenaza que evoca Drakon el Roto. No nació con ese título; su vida comenzó como Drakon Valerius, vástago de una casa menor humana de las marcas fronterizas de Valtoria. Leales a la Casa Hammerthon, los Valerius eran los guardianes ancestrales de un paso montañoso estratégico, un baluarte contra las incursiones de Mor’dhul. La juventud de Drakon fue forjada en el deber: el acero de su espada era tan familiar como el eco de las Leyendas del Primer Rey, un monarca traicionado por los mismos dioses a los que su gente ahora rezaba por protección.
Esa protección nunca llegó. Durante una ofensiva del Clan Thyrgram, lo que debió ser una defensa honorable se convirtió en una masacre. Traicionados por nobles rivales que retiraron su apoyo en el momento crucial, la Casa Valerius fue borrada del mapa. Drakon, tras presenciar la caída de su estandarte y el asesinato de su familia, luchó con la furia de una bestia acorralada hasta que fue abatido y encadenado.
Los señores de Mor’dhul no le concedieron una muerte rápida. Vieron en su físico imponente y su odio puro un activo para las sangrientas arenas de la ciudad-prisión de Thirawen. Allí, Drakon Valerius murió, y de sus cenizas se alzó Drakon el Roto. Cada combate le dejaba nuevas cicatrices, cada victoria lo hundía más en un abismo de brutalidad necesaria. Su cuerpo fue quebrado y remendado hasta que apenas se reconocía, pero su voluntad se afiló hasta convertirse en un arma letal. Se convirtió en un Heroes no por gloria, sino por la metódica eficiencia de quien ya no tiene nada que perder.
Fue en la oscuridad de su celda donde lo encontró Vexian, el carismático líder de los Custodios de la Llama Durmiente. Vexian no le ofreció piedad, sino un propósito. Le habló de la Profecía del Retorno, de un Rey legítimo sellado bajo tierra por desafiar a los dioses tiranos que permitían un mundo tan corrupto. Le ofreció a Drakon un objetivo para su inmenso odio: la oportunidad de ser el martillo que haría añicos el orden establecido. Para Drakon, la profecía no fue un acto de fe, sino la promesa de una venganza a escala cósmica. Juró lealtad no a Vexian, sino al ideal de un rey que traería una purga de fuego y acero.
Su pericia en combate y su brutal pragmatismo lo elevaron rápidamente. Como Maestro de Armas del culto, Drakon transformó a una turba de parias, desertores y gladiadores en una fuerza de combate disciplinada y temible. Él es el puño de los Custodios, la encarnación de su voluntad militante. Su relación con Vexian es una de respeto tenso; Drakon ve las intrigas políticas como una debilidad, una danza de sombras cuando lo que se necesita es una carga frontal. Sin embargo, acata su autoridad, pues Vexian trae reclutas y Recursos que sus espadas no pueden conseguir. Para los guerreros bajo su mando, Drakon es más que un comandante: es la prueba viviente de que incluso un hombre roto puede aspirar a quebrar el mundo.
Drakon es un hombre de 48 años cuyo cuerpo es un testamento de una vida de violencia. Es una figura imponente, una mole de músculos surcada por una red de cicatrices blancas y queloides. Su cabello, antes castaño, es ahora un gris acerado, rapado por practicidad. Su rostro está dominado por una profunda cicatriz que le cruza el ojo izquierdo, ahora de un blanco lechoso y ciego, lo que obliga a su ojo derecho a arder con una intensidad fría y calculadora. Su apodo, “el Roto”, se debe a su brazo izquierdo, destrozado en la arena y mal curado; aunque útil para bloquear y sujetar, le obligó a dominar un estilo de combate a una mano, impredecible y devastador.
Desprecia la ornamentación. Su armadura es un conjunto funcional de placas de acero oscuro sobre cuero endurecido, cada pieza elegida por su mérito y reparada innumerables veces. No porta escudos ni símbolos, salvo el del culto, que considera su único estandarte. Su arma es Venganza, una espada bastarda pesada de acero valtoriano, la única reliquia que conserva de su vida pasada. Su empuñadura, envuelta en cuero gastado, es el único confort que conoce. Oculto bajo su peto, atado a una cadena de hierro, lleva el blasón astillado de la Casa Valerius, no como recuerdo de la gloria perdida, sino como recordatorio de una deuda de sangre que el mundo todavía no ha pagado.
Drakon el Roto es la fuerza que ha convertido a los Custodios de la Llama Durmiente de una secta de creyentes a una amenaza militar tangible. Bajo su mando, las células del culto han pasado de la propaganda a la insurrección armada, capaces de desafiar a las guarniciones de Mor’dhul y de forjar alianzas peligrosas como la que mantienen con los rebeldes de Chéneras.
Su impacto en Lithernia es el de un catalizador de conflictos. Personifica la furia de los desposeídos y el peligro que representa un hombre roto al que se le ha dado una causa sagrada. Para sus enemigos, es un terrorista brutal, un monstruo forjado en las arenas. Para sus seguidores, es un mesías de acero, el heraldo de la purga que limpiará el mundo. Si la Profecía se cumple, la historia lo recordará como el general que devolvió el trono a su legítimo rey. Si fracasa, su nombre no será más que una nota a pie de página en la larga y sangrienta crónica de las rebeliones fallidas de Lithernia, un eco de furia que finalmente fue silenciado.